No os debemos nada

NO ENTIENDO por qué motivo los actores y directores del cine español se creen merecedores de subvenciones pero con sus onerosas exigencias, y su demagogia panfletaria, demuestran ser personajes tan grotescos como las películas que hacen. La cultura tiene que ser competitiva y resultar un negocio: éste es el único y verdadero modo de protegerla, y no saqueando las arcas públicas, especialmente si están vacías. Lo deficitario es siempre indicativo de mediocridad. El cine español tiene pendiente su emancipación moral.

Que directores y actores y productores hagan el cine que puedan pagarse. Que hagan su película y ya decidiremos si vamos a verla. Más allá de este pacto justo, higiénico y fundamental, ni yo ni nadie os debemos nada, ni es presentable que os paséis medio discurso hablando de solidaridad, criticando los recortes en colegios y hospitales, y luego reclaméis qué hay de lo vuestro sin el menor rubor y con unas maneras más propias de un hijo yonki que de alguien consciente de la época y del país que compartimos.

Veo en el cine español más reclamación que calidad, más arrogancia que talento, más dinero mío que suyo, con el fraude que ello constituye a mi libertad y a la de mis conciudadanos, que obligatoriamente pagamos por un producto estemos o no estemos interesados en él. Creación y subvención es oxímoron. Subvención y libertad, también. Salvo en cosas que por su propia naturaleza están situadas al margen del mercado, pero de cuya existencia dependemos, lo que no puede mantenerse por sí mismo no tiene ningún sentido que permanezca.

Si a estas alturas el cine español no puede vivir de lo que genera es que los españoles no lo necesitamos, y es un ataque al pueblo soberano que decide ir a ver otras películas, o gastar sus euros en otro tipo de entretenimiento, que nuestros impuestos se malgasten en conceptos que expresa y libremente hemos rechazado, en lugar de reducir la presión fiscal o de, cómo mínimo, tratar nuestro dinero -tan difícil de ganar- con un poco más de respeto.

Podrían directores y actorcillos empezar por pagarse de su bolsillo la próxima gala de sus auto premios demenciales -si es que realmente quieren insistir en el espantoso ridículo que hacen-.